“Era chiquito, como un ratón... de ahí el apodo”, explica con ternura Oscar Castillo, guitarrista y amigo de Carlos Laucha Pérez Acevedo, a quien lloran desde ayer los tangueros y la cultura tucumana.

Las palabras de quienes conocieron al reconocido músico popular honran su memoria.

José María Montini, músico, investigador y difusor de la cultura del folklore, recuerda a Pérez Acevedo “de cuando vino de Bella Vista a la ciudad, y recomienda “el libro ‘El Trovador’, escrito por Lucía Mercado, para adentrarse en la historia del músico desde sus comienzos”.

“Lo conocí de grande porque el tenia afición a la guitarra. Él se dedicó de lleno al tango, como acompañante. Durante muchos años tocó con Roberto Battaglia y con Carlos Zazá Del Pino, guitarristas tucumanos de los que, como a él, no les gustaba figurar. Ellos son verdaderamente la gente que ha hecho buena música. Trabajaban hasta en los escenarios teatrales, donde tocaban en obras costumbristas del teatro Estable”, recuerda.

“Durante mucho tiempo El Laucha Pérez fue el acompañante rítmico, porque él hacía guitarra rítmica. Además él introdujo el guitarrón, otro de los instrumentos que solía tocar como acompañante”. apunta Montini. “Después de que fallecieron Miguelito Ruiz, El Flaco Del Pino y Alberto Albornoz, entre otros, él ha sido el número puesto para acompañar a los cantores”, señala. Y pese a que su especialidad es el folclore, agrega: “lo he conocido, lo estimaba y lo valoraba porque era un músico muy valioso”.

En escenarios

“Hemos tocado juntos, muchas veces, en Tucumán. Hemos acompañado a cantantes; hemos tocado en milongas, en eventos públicos y privados. El Laucha era un hombre con una picardía siempre presente, bien a flor de piel”, lo recuerda con afecto el bandoneonista Víctor Juárez.

“Su partida es un poco prematura. Con él se va uno de los últimos guitarristas de una camada de grandes, que abarca entre otros a Marcelo Véliz, Del Pino, Alberto Albornoz, Miguelito Ruiz... hablo de quienes yo conocí”, señala.

“El Laucha deja seguramente una huella muy profunda en el ambiente musical de Tucumán. Él era, además, un músico a quien varias generaciones posteriores lo consultaban siempre, porque era una palabra autorizada a la hora de pedir consejo acerca de cómo interpretar mejor este o aquel tango”, expone.

El maestro Juárez revela que al comentar su partida, varios cantores de tango le plantearon: “nos han quedado muchas dudas. Hoy se ha ido El Laucha y no le hemos podido preguntar varias cosas”.

Una vida

Acerca de cómo era tocar con él en el escenario, el bandoneonista dice: “tenía mucho oficio. A los 69 años llevaba una vida con la guitarra; o sea que hace 50 años ya tocaría. Eso hacía que él tuviera mucha experiencia, y conocía mucho repertorio”, refiere.

Pero lo que Juárez destaca era “su facilidad para poder acompañar a los cantores, de tomarles la tonalidad, de entenderles por dónde van, todo lo que tiene que ver con los estilos -apunta-. Porque al tango uno lo puede escuchar cantado por decenas de intérpretes, siempre con distintos estilos, y eso el cantante lo trasluce. Él lo manejaba; era una guitarra muy dúctil. Esa es una condición difícil de conseguir entre los músicos. En Tucumán hay muchos y muy buenos guitarristas, pero esta habilidad tiene que ver con el oficio, porque además hay muy buenas escuelas de música, pero el oficio no se enseña en los conservatorios. No me consta haberlo visto leer música; era dueño de un gran talento. Vino de Bella Vista y se ganó un lugar acá en la capital. Es más; hace unos diez años vivió durante un tiempo en Cafayate, y luego volvió”, recuerda.

La última actuación

Juárez se asombra: “lo de su enfermedad fue una cosa de menos de un mes. El 4 de febrero acompañamos a un cantante en un evento privado y el 10 de febrero tocamos juntos en un bar frente a la Casa Histórica; debe haber sido la última actuación”.

Un amigo

Oscar Castillo es otro guitarrista, “integrante de Amigos del Cerro, agrupación de Cerro Colorado, donde descansa Atahualpa Yupanqui -destaca-. Conocí al Laucha hace más o menos 40 años. Él empezó haciendo folclore y música moderna, y se volcó al tango cuando vino a la ciudad. Aquí acompañaba, junto al Flaco Del Pino, que falleció hace dos años, a los mejores cantores que llegaban de Buenos Aires. Era muy hábil con la guitarra y con el guitarrón -(tiene una cuerda más y dos tonos más graves que la guitarra normal). Con Del Pino subieron a los escenarios acompañando, en la época gloriosa, los 80 y los 90, a todos los cantores, como Argentino Ledesma, Miguel Montero, Alberto Marino, Alberto Morán, Enrique Dumas, Jorge Valdez, Guillermo Fernández, Miguel Montero, María Garay, Alberto Morán, Agustín Magaldi (hijo), María Graña y Roberto Yanés, entre otros”.

“Del Pino trajo el estilo grelero a Tucumán, y todos aprendíamos con él. Laucha lo acompañó hasta el último momento al Flaco. Tienen grabaciones históricas, llamadas Las Guitarras de Oro del Tango en YouTube”, explica.

“Laucha era un guitarrista orejero. Se hizo de oído, era el don que le había dado Dios. Podía tocar cualquier ritmo: tango, folklore, jazz, blues... Hoy perdemos a uno de los tangueros de oro”, se despide el amigo.

Despedidas

Un tipo sin maldad, lo que lo hacía más bueno aún

“Carlos Hugo Pérez Acevedo era para nosotros simplemente el Laucha, como le decíamos cariñosa y afectivamente. Era el prototipo del guitarrista bohemio del tango, un tipo que tenía mucha noche encima, que había tocado con los más grandes guitarristas en Tucumán, como el Negro del Pino, Marcelo Véliz, Juan Barrios, Lezana y otros. Tenía un espíritu impresionante; nadie es irremplazable en la música pero él demostró que era distinto al resto. Trabajé con él varias veces en los últimos años y cambiábamos opiniones sobre géneros y estilos. Tenía una gran predisposición para hacer cosas a las que no estaba acostumbrado. No tenía maldad y lo hacía más bueno como persona y como músico. Es una pena que nos haya dejado tan joven. Algún día nos volveremos a juntar a tocar”. Julián Morel, cantante

Un personaje inolvidable de la bohemia tucumana

“Fue alumno mío siendo él un adolescente inquieto. Siempre estaba buscando el acorde más completo, que suene distinto a lo  convencional. Tipo solidario, presente. Durante mis complicaciones de salud me llamaba todas las semanas para saber cómo estaba. Le encantaba visitarme para escuchar el fuelle de mi viejo. Amaba la música por sobre todo. Tenía una manera muy particular de interpretarla ya sea con la guitarra, cantando o con su guitarrón. Sus tiempos con el Zazá Del Pino redondearon esa pasión por el tango. Un amigo querible, será un personaje inolvidable de este nuevo paisaje de la bohemia tucumana”. Carlos Podazza, guitarrista y maestro de música

Fue el guitarrista del pueblo, sin egoísmo y con entrega

“El Laucha era sin duda el guitarrista del pueblo, partenaires de todos los cantores tucumanos, profesionales o caseros: él estaba ahí para desempeñar su arte sin egoísmo y con una enorme entrega. La bohemia tucumana mucho lo extrañará, seguramente ya está tocando arriba con su ‘jefe’ Zazá Del Pino”. Grillo Córdoba, cantante.

Un recuerdo eterno de quienes aman el tango

“¡Qué enorme tristeza tu partida Laucha! Agradezco a la vida que me haya cruzado en tu camino, los tangos que bailé (y conocí) gracias a vos, las veces que me acompañaste desinteresadamente en mis exposiciones, las charlas. Descansa en paz, amigo querido, te voy a extrañar mucho. Los que amamos el tango tucumano te vamos a recordar siempre”. Luciano Vita, artista

Músico comprometido

“Hermosa persona, amigo y gran guitarrista. Me decía ‘nos juntamos y te enseño a cantar el tango como se debe’. Era un gusto encontrarlo e ir a tomar algo y conversar, comprometido con su música”. Adrián Sosa, folclorista

La grabación pendiente

“Nos quedó pendiente grabar una versión de mí tango ‘Reina Mía’, que tanto le gustaba. Abrazo grande al cielo, amigo”. Santiago Caminos, compositor y cantante rockero.